Te dije adiós
y luego, regresé,
sobre mis pasos.
Seguí las huellas
dejadas en la arena
por tus playeras.
Pasos de niña
mezclados con sirenas
y con resacas.
Me vino un cuento,
de pronto, sin testigos,
con tu recuerdo.
Eran mil sueños
creados en la mente
con ilusión.
Les daba nombres
a todas las personas
y situaciones.
A los rincones,
al mar y hasta el silencio
que tú dejabas.
Pero, en el fondo,
marchabas, a lo lejos,
sin rumbo fijo.
Tras el ocaso
las puertas de la noche
se iban abriendo.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/07/21