ENRIQUE HORNA

XVIII – MI PADRE

El hombre, el trajinado

El obrero de la vida

Mi Padre

Se rasuraba el rostro

Como si la juventud

Volviese de un día viejo

Al día nuevo  de las esperanzas.

 

El dialogo tenia entraña

El púber preguntando

Si lo vivido tenía horizonte

El infierno se vestía de pobreza

El cielo era la caricia de todos

Las hondas respiraciones

De los que sufren

Cada pan mordido

Acariciado por los labios

Ansiosos de la alegría.

 

Los ojos tenían juventud

Todos los años del sol

Las irreverentes horas de la luna

Cuando las esperanzas se acuestan

Con las tarimas.

 

Tienen el faique y el sauce

Los duendes de la estera

Los afanes testigo de la arena

El ardor de la vida

Construyendo la razón

De lo respirado.

 

Mi Padre guardaba

Sus trabajadas manos

Entre su espalda

Y miraba la existencia

En los ojos de sus hijos

La camisa sudaba

Al pie de la cabaña

La hermosura del amor

Se vestía del niño santo

Eran horas dignificadas

Mi Padre está viajando

Me conmueve escondido

Entre nubes de la lejanía

Siempre está volviendo

Con sus manos callosas

De lozanía.

 

EH