El hombre, el trajinado
El obrero de la vida
Mi Padre
Se rasuraba el rostro
Como si la juventud
Volviese de un día viejo
Al día nuevo de las esperanzas.
El dialogo tenia entraña
El púber preguntando
Si lo vivido tenía horizonte
El infierno se vestía de pobreza
El cielo era la caricia de todos
Las hondas respiraciones
De los que sufren
Cada pan mordido
Acariciado por los labios
Ansiosos de la alegría.
Los ojos tenían juventud
Todos los años del sol
Las irreverentes horas de la luna
Cuando las esperanzas se acuestan
Con las tarimas.
Tienen el faique y el sauce
Los duendes de la estera
Los afanes testigo de la arena
El ardor de la vida
Construyendo la razón
De lo respirado.
Mi Padre guardaba
Sus trabajadas manos
Entre su espalda
Y miraba la existencia
En los ojos de sus hijos
La camisa sudaba
Al pie de la cabaña
La hermosura del amor
Se vestía del niño santo
Eran horas dignificadas
Mi Padre está viajando
Me conmueve escondido
Entre nubes de la lejanía
Siempre está volviendo
Con sus manos callosas
De lozanía.
EH