Llevas contigo unas cadenas,
insensibles a la gravedad,
es el corazón que se apena,
la pesadumbre en realidad.
No hace falta grávido hierro,
ni otros metales que arrastrar,
es suficiente con el encierro,
de las secuelas sin liberar.
¡Libérate de esas cadenas,
que del pasado están llenas,
y dales su merecido final!
Así nunca estarás atrapado,
ni tu porvenir amenazado,
por una desesperanza fatal.
José Antonio Artés