Raiza N. Jiménez E.

Las Casas han muerto.-

Hoy en mi tierra, hay demasiado abandono y dolor,

hemos perdido la ilusión y abanderado el hastío.

La gente huye del hambre y la bala, hay gran temor.

Nada importa, por salvar la vida, se deja el plantío.

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Triste destino de una tierra otrora linda y con color,

Una mirada al pasado obliga a hacer comparaciones.

¡Oh!, Señor todo está roído unos partieron con dolor.

Fiera lucha hubo allí, pero no han bastado las acciones.

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Si pienso en desolación me acuerdo de una novela,

titulada \"Casas Muertas\", esta era atención obligada

en la escuela, donde se hacía de la lectura una jornada.

De aquel tiempo, traemos el tema que hoy se anhela.

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Obligados eran Miguel Otero y Cortázar con Rayuela. 

Cómo no recordar épocas de enseñanza y civilidad;

se nos hablaba de sentires como: bondad y maldad.

¿Qué nos pasó, para volver a la pobreza de corazón?

Afligidos, dejamos la tierra y de aventón en aventón;

vamos en ruda marcha y atrás, se queda Venezuela.

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Una casa es el vientre, ese que abandonamos al nacer.

Una casa, es el cobijo donde tejemos variadas ilusiones.

Una casa, es el Lar, a él volvemos, al cumplir con el deber.

Al dejarla, se inunda el corazón de tristes emociones.

Es cierto que, en esa huida forzada nada nos consuela.

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¡En verdad, es la historia de pueblos que se dejan morir,

se debe saber que, unos, huyen de ellos, ¡para poder vivir!