Soy vulnerable a la nostalgia
a la tristeza y a la melancolía,
al quebrantamiento, al miedo,
a todo lo que no quiero sentir.
Al derrumbamiento de la gran construcción paterna,
a la ruptura de los lazos más fuertes,
a la lejanía de mi hijo,
a su indiferencia y su desprecio.
Ni siquiera puedo creerlo;
lo sufro, lo siento.
Es latente e inevitable,
horroriza mi alma, me causa desaliento.
Miles de errores he cometido,
tantos, que algunos desconozco,
varios de ellos los niego
y otros… otros que cambiar no puedo.
Amargo sinsabor llevo conmigo;
impotencia, desasosiego.
Su juventud se hace rebelde ante mi experiencia,
su espíritu anhelante rechaza mis fracasos.
No puede ocultarse la verdad,
vano es su bondadoso respeto.
Parece sentir lástima y misericordia,
intenta manifestar un gran aprecio.
Caminos de la vida en diferentes direcciones,
variables actitudes y pensamientos,
circunstancias que invitan a cambiar,
frágil e inconstante imagen humana.
No quisiera nada más que conservar su amor,
merecer su admiración y respeto,
ser su ejemplo ante el bien y el mal
inspirarlo, motivarlo y fortalecerlo.
Te pido Dios que me ayudes a retomar el sendero,
que lo ilumines a él, que no se aleje de mí.
Quiero que entienda lo mucho que amo su vida
que me perdone
y me ayude a mantener vivo nuestro amor incondicional.