Una rosa duerme en mis manos,
y esparce su belleza en halos,
cubierta con sus plegados pétalos,
entre caricias de sus roces livianos.
Una rosa duerme en mis manos,
recitando lo que su sueño dispensa,
con palabras de su perfumada esencia,
que aromatizan suavemente mi olfato.
Una rosa duerme en mis manos,
desprendiendo la triste añoranza,
de su rosal abandonado, sin esperanza,
secuestrada de sus seres cercanos.
Una rosa duerme en mis manos,
resignada por sus penas, rendida,
consciente de que el término de su vida,
ha llegado, y su fin, está cercano.
José Antonio Artés