Son toneladas de misérias las que existen dentro de nosotros. La pena amarga me persigue como lo hace la ave carroñera detrás de un cadáver antes de comer sus entrañas podridas
Mi llanto se rompe como una copa de fino cristal al tocar el suelo y estallar en mil pedazos, como mi corazón, que no es de piedra ni acero, es fuerte, si, revestido de una fina seda, pues siento las desgracias resbalarse como gotitas de dolor sufriendo y llorando como lloran los Ríos después de caer muchas lluvias sobre sus tejados
El poco cabello que aún me queda es la muestra de mi sufrimiento, mis brazos y manos parecen ramas de un árbol caído.
De un fiero Lobo que era, me he convertido en un viejo y manso cordero.
Ya no me queda nada, más que lágrimas de sangre derramadas por los suelos, y aunque aún conservo una fuerte mirada, escondo en lo más hondo de mi, una frágil y cansada alma desarmada en el fondo de mi trastero.
Mael Lorens
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de Autor 26/10/2021