Quizá gasto en vano
epítetos que evoquen su risa,
su pelo libre
o el sigiloso aroma
de su presencia.
Hay una incertidumbre
que se anuncia
en el repentino insomnio,
en la náusea permanente
y en esa angustia que deja
lo que se ha perdido.
Tal vez llega silencioso y lento
el desamor;
quizá es la nostalgia
del guerrero vencido;
quizá simplemente es
el cuerpo que fatigado se cansa
y las palabras que sin remedio se esfuman.
Tal vez sólo me queda
la seguridad del abrazo nocturno,
la tibieza de sus muslos,
el susurro que rompe
el silencio de la noche
y me confirma su presencia
al filo de la tiniebla.
Tal vez sólo me queda
la fe y la esperanza
en un verso secreto
para exorcizar
las fatigas acumuladas en el alma
y para asegurar,
ojalá hasta el final,
este amor que sueña
en el lado izquierdo de mi cama.