Miguel Angel Garrido

RETRATOS DE FAMILIA

 

Me atan al pasado los recuerdos,

el brillo que sobre esta noche late

mezclando en la conciencia tantas cosas.

Saber cuándo y por qué pasó la vida,

aquel paisaje en otros días más claros

que la memoria llena de imágenes.

 

Hay más allá un reino con difuntos,

su estampa habita lúcida y distante

como un reloj que marca las ausencias.

En la añoranza dentro de estas fotos,

a salvo del abismo que dibujan

los brillos de ayer en otra edad.

 

Levanto la cabeza, me deslumbro

con las visiones de antiguos afectos:

mi abuela frente a la paz del crepúsculo,

el hielo de los años sostenido

en su mirada frágil y desnuda.

Decir yo no sabría tan honda pena

que fluye hasta sus sueños acabados.

 

Toco ahora de la infancia los pedazos,

sonido en lo oscuro del patio espectral.

Regresa mi madre igual que un espejismo

a la distancia de calles enormes.

Hay veces que la imagino al lado,

vejez inmóvil donde nada queda

bajo el sol de la tarde quebradiza.

 

Lugares que echo de menos a menudo,

tan muerto quedó todo y ya no existe.

Los años dejan su inefable marca,

retratos de familia sin futuro.

Descubro al tío Emilio a lo lejos

leyendo un libro de Poe en el alba honda,

sus ojos grandes, huidizos de enfermo.

 

Nostálgicas, con un escalofrío

las huellas de esas caras frente a mí.

El tiempo se va, nada lo detiene,

la vida es breve y se tornará polvo

en un presente de sombras anónimas.

Cruciales rostros hace muchos años

que llevan hasta aquí su ternura,

acaso sólo nos quede la noche.