En espera eterna del loco antídoto
a este asco que desbordo al círculo
de todo inocuo y sin orden propio
me especializo en mi rincón recóndito,
el positivo: insomne, indómito contiguo
al borde de sus palacios...
Tiempo adverso, lento incordio,
cuerda al vértigo de los pronósticos,
humano vuelo, solo horizontes
donde cae silencio a borbotones
de sombría huella, incorruptible...
Aquella senda que maldecían era auténtica:
Las dos mitades. A cada una
aporta un sentido, qué magia audible
para aclarar la superficie del turbio mar
si no reside aún por contraste
en ser feliz con la ola a rastro
como un eco onírico,
el bloque único de todos los desastres...
Y lo que excluyo.