Yo hurté, le robé a tu vida en mis
tiempos de primavera y otoño.
Robé, las dulces fragancias de tu
cuerpo y me enredé en la seda
blanquísima de tu pecho amado.
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Yo hurté a nuestro tiempo el
delirio de tus alucinantes besos,
las caricias de tus rudas manos;
el susurrar de tus palabras y
los tonos seductores de tu canto.
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Consagré al amor, tu vida y la mía.
Viví el calor de todas las estaciones
y en cada una fui en pos de tu amor.
Pasé así, a atesorar, tu linda sinfonía.
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Yo tuve tus risas, tuve tus ensueños
y tuve de ti, un caudal de llantos.
Viví en la ilusión y en el quebranto.
Fue todo cierto, y fuiste mi dueño.
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Yo sustraje a la temporalidad de
nuestras añejas vidas mil trozos
de felicidad, alegrías, ilusiones,
risas, esperanzas y consuelos.
También, llantos, tristezas y olvidos.
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Yo te hurté pedazos de tu cielo y
de sueños, que llevo a mi lado;
aquí, siempre, siempre conmigo…
¡Hoy, voy gimiendo por los caminos y
ando en pos del noble seguro viento!
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Para mí, y solo para mi, he hurtado a la vida:
tus besos, cantos, caricias, ternuras y mimos,
También, aquellos ilusorios sentimientos.
Planté rosas, para honrar esos momentos.
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¡Hoy, mi deseo es eternizar este amor
y anhelo ser fiel a nuestros recuerdos!