Te inquiere la imponente soledad,
sigilosamente te vigila,
insaciablemente te exhorta a su servicio,
para envilecerte,
para fusionarse contigo y contaminarte;
ávida de sorber tu esencia,
tus ilusiones,
el fluido que te mantiene con vida.
Con pasión desbordada,
con irracional y lujurioso deseo
apremia tu presencia,
en su mundo burdo y contrahecho
en el hueco putrefacto donde habita.
Y tú,
sujeto recio,
gobernado por la lógica
y la cognición mas envidiable,
en algunos instantes, desfalleces,
la indecisión agrieta el piso
donde tus pies se instalan,
y sientes caer…
En el momento en que sientes
un gran vacío hormigueando
en tu estómago,
recobras fuerzas,
rompes ataduras,
sales al mundo, airoso, libre
te vuelves sujeto pleno de tu destino.
POR: ANA MARIA DELGADO P.