Lloraba el sauce,
decías con tus letras,
en un poema.
Y tú veías
el llanto de los ángeles,
mojar sus ramas.
Llanto callado,
ahogando los suspiros
en plena tarde.
Yo te escuchaba,
hablar a los gorriones,
en los jardines.
Era de viajes,
de calles y de parques
de otras ciudades.
Y ellos cantaban
armando mil jolgorios
indescifrables.
Pero la lluvia
y el verso de tus labios
a mi llegaba.
Era garúa
con bruma entremezclada.
Una caricia.
¡Qué bella estampa,
el sauce y la neblina
y tú a su lado!
Rafael Sánchez Ortega ©
18/07/21