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LA FUNDICIÓN DEL MAR

Toda esperanza contiene su paradoja

y subyace en la mente opiácea del viento.

 

Imberbes y desalmados por herencia

los que rechazan el privilegio 

de la rendición,

necesitan de cuatro manos y seis dedos

para atraer las músicas de las esferas,

 

siendo regazo de los cráneos 

que muerden 

el ruido de los ojos 

con el que desbordar

el sentido de la aquiescencia.

 

Como testamento proscrito

de una lengua

carente de toda articulación y dígito,

 

como reclamo de la fe

a las indecisiones del cuerpo,

 

como redención que enmascara 

el falsete de un claro de luna

y la flecha agotadora 

de esta hora testigo.

 

Alas exterminadas 

contra el cáliz del sol,

los vientres del goce 

nadan contracorriente,

con branquias de piedra 

colina abajo del atardecer.