Por entre valles y pueblos,
en babia, cada hora, cada día
no es más un encender y apagar
vivir sin apenas consentir.
La jornada no ha de surgir
la noche, el día, no han de existir
solo almas con sus cuerpos
poseen tierra y firmamento
y, la necesidad de latir
Vuelta a la vieja casa solariega
en su empedrada arquitectura
de roca dura construida
labrada de los ancestros.
Ajenas al tiempo, al devenir, al existir
y en la puerta, a caballo de una silla
duerme una chaqueta de pana dura
Dentro, en la alfombra de lana
desgastada de generaciones, aun dura,
sobre ella, al lado de la estantería
llena de novelas, descansan las
remachadas botas de andar; una cantimplora.
El hogar, con leña en el fuego
procura el ambiente cálido, acogedor,
fuera, ¡está nevando en Babia!