Beso húmedo del cielo,
caricia inconfesa
en la piel cansada de la tierra.
Pequeñas confesiones
resbalan
sobre los campos heridos,
verde callado,
brotando vida en silencio.
El temblor de los charcos,
espejos efímeros
donde el mundo se reescribe
en azul y gris.
Un paraguas se tuerce en la acera,
los zapatos buscan calor en un portal,
los cabellos repiten su ritual de olvido.
Tras el cristal,
la lluvia deja huellas
en el libro abierto de la tarde,
mientras la noche
teje luces líquidas
en el asfalto dormido.
José Antonio Artés