A vos que tenías la virtud y la gracia
de los hombres que llevan penurias.
Los de la clásica mirada del soñador.
Los que andan aturdidos por la lujuria
y no dan mucha importancia al amor.
A esos, les auguro yo, mil desgracias.
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Estos párrafos míos, son solo frases.
No significan que yo me imagine tuya;
pero, sería un milagro, si tú las usases
al cantar en las ermitas, tus aleluyas.
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Se te escaparon las bellas galanterías,
como pétalos al aire se las llevó el viento.
Jamás, me detuve a pensar que huirías;
impasible, ante mi diáfano sentimiento.
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¡Debo decir, al final, que la dicha es mía,
por qué, de diestra a siniestra, yo lo sabía¡