Ya no recuerdo a qué sabía el café
que dejabas cada tarde en mi mesa.
Si estaba frío o me quemaba la lengua,
si era mucho o muy poco.
No recuerdo el color de mi taza,
¿era grande o pequeña?, ¿de porcelana o de plástico?.
No recuerdo si eran las tres de la tarde,
si era un lunes o un martes.
Si tenía mucho trabajo o hacía mucho calor.
No recuerdo si el grano sabía a quemado,
si te quedaba amargo.
Ya no recuerdo si me quejaba, si murmuraba.
Si interrumpías mi concentración,
si estaba en una reunión.
Recuerdo que tus manos estaban calientes,
tu voz era dulce, siempre era viernes.
Y todas las tardes aparecía en el borde de la mesa,
una sonrisa, una taza.
Ya no recuerdo a qué sabía el café.
Ahora tengo otra mesa,
ahora tengo otra taza,
ahora yo tengo que hacer el café.