Eres un hombre atrapado en la urdimbre infausta
del autoengaño de tu psiquis cándida;
y te crees muy sabio, más que Salomón
o Descartes, Einstein, o aquellos
que de niños sus historias nos contaron
en el embeleso de noches sin luces eléctricas
ni ruidos de carros.
Eres un hombre atrapado...
trastocas valores que espinas dorsales te fueron
ayer, cuando andabas de manos del simple,
tertulias de tontos que fueron los tuyos
y que son producto
de sueños pasados
de épocas idas,
que en tu orondo esquema
de hoy, ya no caben.
Eres un hombre atrapado por tenazas de oro,
cual Midas, y al toque de tu "gracia"
todo fulgura en falso metal precioso,
que luego el orín descubre
en dolosa apariencia su desnudez maleada.
Ese toque que tanta amargura causa,
que tanto dolor arrastra,
do tantas amistades luengas
son incineradas...
Y te quedas atrapado en soledad marcada
por el signo de la bonanza falsa.
Tu palaciega cárcel,
tu confortable ergástula,
donde haz de rumiar la ausencia
del calor de tus ayeres
con los simples y los mansos,
los que fueron compañeros de infortunios, o de fiestas
con sonidos de campanas...
Eres un hombre atrapado en tu infalible genio,
en jaula tejida con egos y megalos...
Y añorarás tardío el vuelo de los pájaros,
y llorarás con perlas, no con lágrimas,
y morirás crujiendo tus dientes restaurados
para finos manjares...
sintiendo la mirada burlona de tus nuevos carnales
y la compasión de los que realmente te amaron.
R. Gruger / 5-6-83