Cae la noche y sollozo. ¡Ah, porque te extraño amor mío!
Cuando me recuerdes y te carcoma la duda, con respecto de si lo hago verdaderamente, que por supuesto la tendrás, sal y mira la noche, observa sus estrellas y siente su fuego; pues yo, también las estaré viendo, y a través de ellas como si el amor se incendiara dentro de nosotros, besaré el viento, y te sentiré toda mía.
Amor, mujer en llamas, panal de vida, rebosa con tu fiebre todo mi cuerpo y mi soledad.
Han de llorar al vernos como dos locos que se derriten en sus brazos, que se destrozan los labios, en busca de restos de los besos del otro, y que se piden a gritos en el extenso exilio, dónde van los que callan, los que jamás, que pena, se han dicho te amo.