Ahora que me marcho, que escojo el atajo de la huida
no quiero que me veas partir, no tiene sentido
que me digas adiós, sino lo sientes, si solo es voz.
¿Acaso no tuvimos tiempo de encantar al tiempo?
Qué tienes a tu favor para el largo camino del olvido
unos cuantos desavenimientos y otros desaires
conque fuisteis construyendo los peldaños del vacío,
de ese vacío que es el vicio conque fundimos los adioses.
Temo que me quedaré en algún lugar de la casa
de esta casa que ya no es mía, que solo será tuya.
Por allí olvidado en algún rincón
la melodía de una canción triste
de un yaraví andino recogerá mis pasos.
Déjame llevar algunos recuerdos tuyos
los puedo ubicar en el espacio virtual
de mi abstracta memoria que pinta historias
con esos pequeños pinceles que llamamos concordancia.
También me llevó los recuerdos de los niños
cuando eran unos críos pequeños y te abultaban el tiempo
y azoraban el día, la noche, la madrugada,
pero llegaba el fin de semana y me los llevaba
para que te alivianarás y durmieras hasta el medio día.
Ahora no están, por eso deje
de salir los fines de semana.
Tuve mas tiempo para quedarme contigo
y contemplar tus días de sosiego y miedo al viento.
Te sentía desde entonces mas mía
aunque éramos mas diferentes, de una diferencia
como la de una capilla y una catedral.
Tú sabes que me encantan tus manos de sal
que le ponen sabor a todo como esa sazón
a la sopa de pollo que parece bajada del cielo.
Ni que decir del tallarín de carne con aderezos
de hierbas y queso palmesano de los fines de semana.
Nada volverá hacer igual después que parta
nos iremos distanciado como la barca del muelle.
Partiré para allende buscando otras bifurcaciones
tal vez en el camino encuentre al coloquio
o al beso impoluto de la muerte siguiendo
el rastro de vida que llevo entre manos.
Kleber Exkart R.