Vivo en el silencio que mi alma reclama.
Nada me anima en estas aciagas horas.
El silencio antiguo compañero de viaje
no me desampara ni aún en la velación.
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Hay silencios y calmas que no son tales.
Me desesperan las horas de esperanzas.
Que nadie me diga que la quietud es vida.
Chicas y grandes son las caídas de la calma.
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El aire choca en mi cara y me revoca la vida.
La agitación de mi congoja es deletérea…
Algo extraño e indigno siento en mi cuerpo.
Los llantos fluyen sin contención ante el dolor.
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Es porque sufren mucho los niños y los viejos.
Sufren las madres que han perdido el corazón.
Es que los hijos han muerto ante la impiedad.
Las calles se inundan de pobreza y crueldad…
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La bondad se ha resguardado ante el miedo.
Vencidos y errantes deambulan los hombres.
Hay confusión, nadie da razón de la cordura.
Todos miramos a todos y surgen preguntas.
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Un tufo nauseabundo envuelve a la ventisca,
es el mal olor que van dejando los muertos.
Las ánimas caminantes se agitan ya sin vida,
En su agonía hay un atisbo del adiós infernal.
Nadie se da cuenta que la muerte, solo anda.
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¡Triste es la orfandad de las almas que inhalan
el doliente y encarnado silencio de esta tierra.-