Damian cuellar

La musa y el silencio

Para Natta que sabe esperar el silencio 

 

Las blancas manos como ocasos

Dejan vacíos las formas

Y las rosas se tornan grises

La sombra del horizonte

Marchita la flor

Y el murmullo de quebradas

Semeja el murmullo pálido de la noche

Allí en el silencio tardío,

En la hoja muerta por el crepúsculo,

 Se condensa su hondura

 

Y vuelan las aves tersas,

Pálidas ellas flotando en el cielo,

se teje la seda en el capullo de la oruga

El tiempo toma aire y contiene su aliento

Mientras el rocío serena su canto

Y las blancas manos

rehúyen la poesía que hay dentro,

recorren la noche

ahondan en las venas palpitantes

y la sangre es su sangre

la piel es su piel

los labios son sus labios

la sal de la tierra

son la sal milenaria que ata sus pasos

 

ah de los hombres que no atan sus manos

de ellos surge el mal

ah de los hombres que no contienen el alma

de ellos surge el engaño

ah de los hombres que apresuran el andar

de ellos viene el tropiezo

 

ah de los que pronto atrapan el alba

cuando los retozos de oro duermen en el horizonte

sus manos no son colores que retraten el rocío

 

y la musa que espera desvelar el aurora

que ha puesto la seda por corona

y ha perfumado su tez

derramado su ensueño

desde el atardecer?

 

No habrá sino silencio

Para quien temprano despierta

 

Vera

Quizás la fugaz sombra

Del ave tersa que ronda la noche

El trabajo azaroso del capullo

La pesadumbre echada de la corriente

Que cela su nido

Vera el retazo que ha puesto por guirnalda

Sucumbir en la premura

 

Quizás la hondura haga mella en su mirar

Y cuente que ha visto despertar la miel,

Que su mano ha condensado el origen del trigo

Que conoce el vino

Por el violeta de la uva

 

Y en su marcha presurosa

Llevará el higo dejando la flor

 

Y cuando despierta el mundo?

 

Descubre el horizonte colmado de frescura

El ave tersa hace su nido y el canto acoteja el odio

La flor marchita renace y eleva sus pétalos

Se embriaga de sol

 

La voz descubre el nombre

Y la musa mima sus manos

Sedientas de calor