Para Natta que sabe esperar el silencio
Las blancas manos como ocasos
Dejan vacíos las formas
Y las rosas se tornan grises
La sombra del horizonte
Marchita la flor
Y el murmullo de quebradas
Semeja el murmullo pálido de la noche
Allí en el silencio tardío,
En la hoja muerta por el crepúsculo,
Se condensa su hondura
Y vuelan las aves tersas,
Pálidas ellas flotando en el cielo,
se teje la seda en el capullo de la oruga
El tiempo toma aire y contiene su aliento
Mientras el rocío serena su canto
Y las blancas manos
rehúyen la poesía que hay dentro,
recorren la noche
ahondan en las venas palpitantes
y la sangre es su sangre
la piel es su piel
los labios son sus labios
la sal de la tierra
son la sal milenaria que ata sus pasos
ah de los hombres que no atan sus manos
de ellos surge el mal
ah de los hombres que no contienen el alma
de ellos surge el engaño
ah de los hombres que apresuran el andar
de ellos viene el tropiezo
ah de los que pronto atrapan el alba
cuando los retozos de oro duermen en el horizonte
sus manos no son colores que retraten el rocío
y la musa que espera desvelar el aurora
que ha puesto la seda por corona
y ha perfumado su tez
derramado su ensueño
desde el atardecer?
No habrá sino silencio
Para quien temprano despierta
Vera
Quizás la fugaz sombra
Del ave tersa que ronda la noche
El trabajo azaroso del capullo
La pesadumbre echada de la corriente
Que cela su nido
Vera el retazo que ha puesto por guirnalda
Sucumbir en la premura
Quizás la hondura haga mella en su mirar
Y cuente que ha visto despertar la miel,
Que su mano ha condensado el origen del trigo
Que conoce el vino
Por el violeta de la uva
Y en su marcha presurosa
Llevará el higo dejando la flor
Y cuando despierta el mundo?
Descubre el horizonte colmado de frescura
El ave tersa hace su nido y el canto acoteja el odio
La flor marchita renace y eleva sus pétalos
Se embriaga de sol
La voz descubre el nombre
Y la musa mima sus manos
Sedientas de calor