ubik

FINISTERRE

Aquí no queda mundo

ni pueblo en el que nacer,

solo una casa de papel

con gatos a buen recaudo

que fuerzan la miniatura de mi corazonada.

 

Veo la verdad 

del vino en tus pensamientos,

pero no puedo nombrarla,

por sus tribulaciones sé 

que viaja ligera 

y duerme con perros de paja.

 

Al acecho del ciervo

la sierpe se convierte en runa 

rifando el cielo.

 

Bífido poder de la ambigüedad 

que glosa toda constelación exquisita,

guareciéndose  en las telarañas 

de la sonora oscuridad 

salaz caparazón del beso.

 

 

El árbol del trance 

abre la lenta puerta 

de la percepción,

sin otra llave 

ni acervo

que  la propia sangre ,

engarzada a la lujuria Jupiterina

del oropel.

 

Oficio de la lumbre,

 

ahuecando la raíz equidistante del azar 

como sombra heráldica del corazón.