Adoptando el mismo rol
que un tedioso caracol
al ascender del abismo,
despacio pero seguro
de haber dejado atrás
el espacio más oscuro,
como una lapa me adhiero
a un otoñal precipicio
sin dejar ningún resquicio
por donde el frío, primero,
y el desconsuelo después,
intenten desviar mis pies
de un oleaje viscoso.
Con el cielo raso al frente,
por la ilusión ascendente
voy dejando atrás el foso
mientras la cola de un cuervo
resbala sobre mi verbo.
Mi lucha contra el dolor
nunca se presenta en vano
si al llegar arriba gano
el premio de tu valor,
y hablándome haces astillas,
con tu voz, mis pesadillas.