Cajones
Amarillos
los pliegos que guardan
la pretérita tinta del poema.
Esperan una lágrima,
el gesto o la mirada
que nunca fue.
Son palabras
calladas por un volcán dormido,
piedras nunca oxidadas
mas ciertas que mi existencia.
Hablan de campos ciegos
sembrados con pólvora,
de la tristeza por costumbre.
Del rostro de los hijos
bautizados en vino
y el viento
que no conoció al árbol
que no conociste vos.
Del frío.
Palabras,
las que no se quieren escuchar
Poema,
que no pudo ser Poesía.
.
Anton C. Faya
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