Cuando apareció su sublime figura
entre las personas que transitaban
no pude por menos de alegrarme
y esperar emocionado su elegante llegada
Nos saludamos efusivamente, siempre
fue así pasara cuanto aconteciera,
y paseamos recordando y añorando,
hicimos planes, ¡los cumpliremos!
Ella me invito a cenar en su habitación
me indicó vestir su bata peinador
yo de acuerdo, aunque sentí morir
la impaciencia de la espera
Con un beso al aire hizo exhibición
de su cariño y esperanza, al acto,
de izar el telón y comenzar la función,
no hubo desilusión, solo admiración.
La espera guarda improvisación,
resistía la quietud, excitaba mi atención
un libro que emitía presunción, la foto,
de su matrimonio, ¡seguramente!.
Alertado de un ruido, dio conmigo,
raudo al sillón, sentándome a esperar.
¡Oh sorpresa!, algo blando he pisado
resbaladizo, enrojecido, quise huir.
Podía ser mermelada o fresa, más no,
parecía sangre, yo no estaba herido,
que sorpresa desagradable pues,
aquí no pude ya tranquilizarme.
Ella apareció en bata blanca inmaculada,
por la abertura, sus largas piernas,
mangas cortas brazos nacarados,
una diosa, se me acerca imperiosa.
Un pañuelo sostenía sus rubios cabellos,
sus rojos labios me arrebataron.
Nos besamos fuertemente apretados, y
le cogí por la cintura, cálidamente, tímido.
Unos minutos después, se fue
a recibir al servicio de la cena,
charlaban, no entendía lo que decían,
tuve la impresión nefasta, miré las gotas.
Me llevaron hasta el vestidor, oscuro,
encendí la luz, vi gotas de sangre,
en la moqueta, hasta los vestidos largos,
tuve la intención de apartar uno y…
¡Pues ya tenemos aquí la cena!, me voceó,
yo presto hice presencia, estornudando,
para el disimulo de mi imprudencia,
pues cenamos, yo cohibido, y el amor…
¡Qué noche de intriga y acción, fue…¡