* Al aniversario 502 de Panamá La Vieja (Panamá Viejo)
El largo día sube malherido
de piedra en piedra mordiendo el sol
por esos caminos que llaman democracia.
Esperando que amanezca el pueblo
con leguas de cansancio por el ancho sendero de la patria.
Aquí se anclaron belicosos
los dos mares
y en una orilla te fundaron.
Hoy solo queda tu estela
en la noche de tiempos remotos
y me arranca el corazón tu loca geografía.
Detengo mis letras a la orilla de tu majestuosa sangre y me pregunto:
¿Porque tú y yo no continuamos siendo lo que yo soy para ti?
Es que tú mirada cuesta tanto por dentro
con años infranqueables
que pasaron sumisos.
Cinco siglos de opulencia
y dos pétalos marchitos.
Me refiero hoy a esa manía aferrada a mis zapatos
que presiente pesadamente los instantes
y vivifica tu trascendental historia.
Fechas y sitios memorables
que un día pronosticaron
la precocidad de tu muerte.
Panamá Viejo, contigo
no malgasto ni un trocito
de corazón,
pues mi voz hace eco
en viejos adoquines.
La mueca de tus poros
retumba en los muros
de mi casa.
Vuelven las luces
y la ciudad se redescubre
como una valiosa joya
arqueológica
y yo quedo asombrado
pensando en los poetas
que descubren
desde tus muros el alba.
Sé que no tengo la última palabra, la tiene cada uno
al verte a flor de labio
y reviven tus dias
con frases desorbitantes
Inesperadas
y majestuosas,
cubiertas de laureles
como el héroe más simpático.
Panamá Viejo, reúnes
en mi mente cada una
de tus piedras
para formar una época,
un recuerdo imborrable,
reliquia de siglos
y el llanto de los muertos
me sube por los dedos sobre el teclado como oscuro testimonio
de tus grandes riquezas
y peores batallas.
Yo te digo
ciudad de mis sueños
que calcular la derrota
no es materia de cadáveres, salvo cuando la batalla inserta en nuestros pecho son un designio.
Los piratas te atacaron
para conquitar
lo desconocido,
pero tú sorprendiste la dificultad.
Yo soy el que añora
la casa y el hogar arrasado por la zozobra,
yo soy el quizá
con el fuego del alma
tizno la historia
con mi enjambre
de verdades y un apiario
de ilusiones
que en tus muros
quedaron impregnadas
de gloria.
JUSTO ALDÚ
Panameño
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