En las cartas escritas del otoño,
cada señal se imprime algo distante
en las hojas que caen del “lodoño”
y en los helechos… Tú, quedas colgante.
Ficciones de una rosa sin retoño,
que viendo en el rosal su eterno amante
prefiere echarle flores al bisoño,
sabiendo que esa flor dura un instante.
Basta que se evapore aquel perfume,
que pierda la tersura de su piel
y el atractivo néctar de clavel
censure el sinsabor de quien presume.
Será el viejo hortelano quien la exhume
a darle buen descanso en su vergel…