Elizabeth Maldonado Manzanero

Solo la memoria canta y canta, ya no hay tierra prometida para mi esperanza...

Saludé moviendo las cortinas, el reír de los grillos

y el lloriqueo silencioso del viento tras la ventana.

Revise aguzando el oído para recibir la voz que a lo lejos

en la calle se escuchaba, los aullidos del perro que también aguarda,

me interné en las propias voces del pensamiento y el llamado

como un llanto gélido que ahogado me invadía y a ellos me ancle,

mientras, sostenía la mágica flor de la ilusión entre las manos, 

la desfloraba, el color de la tristeza en mi iris avanzaba

cubriéndome la mirada del mañana.

Aguardé callada, derramando mis perfumes al deambular

sin reposo por la habitación que constantemente me exiliaba,

una cascada de lágrimas me amenazaba el pensamiento,

mientras el miedo iba recorriéndome dentro sin casetas, estrechos

o cerradas que impidieran su paso. El recinto de veneno 

iba haciéndose un pozo de desesperanza a cada vuelta del segundero,

los recuerdos llenos de ansiedad tejían los lienzos del tiempo,

con él, comencé a cubrirme del frío que me embriagaba hasta la punta de los cabellos.

La blanca y redonda luna fue de apoco desapareciendo…

más tu, no retornaste al suave y despiadado calor de mis ansias,

mi aurora, desde aquella vez, quedo mutilada.