Al Duborg

Vieja penĂ­nsula...

La aridez de tu piel ancestral

se humedece con la brisa marina

crispada por el mármol de tus olas.

Torbellinos de afanosos vientos

erizan tu escasa “Flora”…

Bajo un celeste turbante abierto,

resplandece tu falda turquesa

y tu cándido rostro trigueño.

 

Rosario con crucifijo de mayo,

mis ojos reflejan en tus ojos claros  

la nostalgia de un horizonte,

donde el mar parece que esconde

un sol caído del cielo…

¡Península bendita de antaño,

linda “Paraguaná”…

Mi estirpe te pertenece,

y es que tú alumbraste el vientre

a tus primaveras de veranos.