Trocitos de piel y sal.
Deja abierta esa puerta, de par en par por favor,
no vaya a volver el sol y no encuentre una rendija,
para iluminar amor.
No me cierres las cortinas que la oscuridad me ciega,
me pierdo por las esquinas, me aterran las escaleras.
Pero bájame el volumen de las voces de la gente,
no logro encontrar el silencio y se me quema la mente.
Y es que escribir ya ni puedo, saturada por la vida,
que te lleva que te guía, hacia el abismo infinito,
de esta dulce hipocresía.
Duele, duele la esquina en el pecho y vuela el polvo deshecho,
sobre estas pestañas blancas, que se cierran por la escarcha,
mirando hacia mis pies.
Y es que dejé de creer, en esos mundos de ensueño,
en la verdad de los otros, que arrastraban ilusiones,
solo por puro interés.
Me dejé en este camino trocitos de piel y sal,
pero jamás el cansancio, me impidió caminar.
Yo seguiré a la montaña, por más que llegue hasta el cielo,
y cuando llegue el invierno, me abrigaré con la nieve,
cuando sienta que me hiere, bajaré hasta el mismo infierno,
a elevar mi dignidad.
Cuesta conseguir un sueño, cuando te pesa el dolor,
mas si he de fracasar, no hay miedo,
pues si muero en el intento, me llevaré mucho amor.
El amor que dí y me dieron, que llenaron mi mochila,
de dicha y de ilusión, encendiendo esa llama,
la que mueve al corazón.
Dolores Egea ( Lolaila)