Soy Julieta de Shakespeare en Verona,
quizá la dulce Laura de Petrarca;
soy Helena de Troya que se asoma
abrazada de Paris en su barca.
Por mí solía sufrir Lope de Vega
desgranando un soneto en mi regazo;
nunca hice distinción, porque en la entrega
igual daba Quevedo o Garcilazo.
No se asombren si Nervo fue mi Amado
o sin con Pablo caminé desnuda,
soñando los caminos de Machado
mientras rimaba versos con Neruda.
Rubén Darío me enviaba sonatinas
y junto a Becker despertaba ufana,
mirando a las oscuras golondrinas
que colgaban su nido en mi ventana.
A Gabriela Mistral le di la mano,
caminamos con la melancolía
escuchando el gallego y castellano
en que hablaba de Castro Rosalía.
Con Shelley me embriagué en vino de hadas
y Lorca me cubrió de madrigales,
despertando en alegres madrugadas,
soñando en tibias noches otoñales.
Del infierno de Dante, pesadillas
que luego en paraíso se desgranan
sonriendo al releer las Redondillas
a los ingratos hombres, de Sor Juana.
A veces melancólica sirena
como Alfonsina que en la mar se pierde;
como la estatua de Ovidio que venera
o Díaz Mirón prendado de “Ojos verdes”
De Acuña figuraba ser Rosario
quien inspira un Nocturno ya muy tarde;
mientras guardo en las hojas de mi diario
la Patria que me dio López Velarde.
Con Edgar Allan Poe y sus negros gatos
vi los hechizos de la noche oscura.
Con Cervantes pasaba largos ratos
hablando de molinos y locura.
Mi esencia es inmortal, cielo o infierno
Y cambio a voluntad la forma mía
mutando entre lo efímero y lo eterno.
¿Quieres saber quién soy? Soy la Poesía.