Miré que tus ojos miraban los míos
con esa ternura de intenso fervor;
con esos ensueños que traen los ríos
de paz y dulzura, con regio esplendor.
Miré en tus retinas los mágicos bríos
que envían los astros con mucho fulgor;
y vi en tus pupilas ardores cabríos
¡pidiéndome a gritos la llama de amor!
Y fue tu mirada tan límpida y pura,
tan llena de encanto, tan llena de luz;
que siempre te sueño con gran devoción
mirando en la luna tu tenue figura,
igual que si fueras su frágil trasluz
que trae del cielo de Dios bendición.
Autor: Aníbal Rodríguez