Por Elizabeth A.Castillo Martínez
Noviembre 09,2021.
Todo en el armario huele a Cedro, no nos da mucha luz, está fresco y la damita se nota que es muy limpia y ordenada, nada de polvo, todos los vecinos están en perfectas condiciones y brillan de limpios, suerte que no estamos encerrados en cajas como en la zapatería porque aquí entre nos, sufro de claustrofobia.
Les cuento, el armario es bastante grande, algo así como una zapatería pequeña, hay de todos los modelos y en varios colores, todos se ven muy finolis ¿pero que creen? Entre todos los pares bien bellos, elegantes, coloridos etc. alcancé a ver un par que desentona el armario, sí, creo que todos alguna vez los usaron… me refiero a los choclos o mocasines ¿ustedes como los conocen?
Se ven más gastados que todos los demás, pero aún lucen relucientes. Suerte que están cerca de nosotras, porque tengo mucha curiosidad por saber qué hacen aquí.
-Heyyy ustedes, sí ustedes los choclos negros, somos muy curiosas, todos los zapatos tenemos una historia, ¿nos pueden contar la suya? – Mucho gusto chicas, por supuesto, todos estos años no hemos visto acción ni hemos hablado con nadie.
Nuestra historia empezó en el año de 1978 cuando nuestra damita tuvo la fortuna de irse a estudiar al Estado de Puebla, México, allí nos conocimos, ella llevaba puestos unos zapatos negros de piel muy finos, varias veces la vimos llorar porque se le rompió la punta del par derecho, se tropezó y se le hizo una cortada en forma de L, decía que su padre con mucho esfuerzo se los había comprado y que costaron mucho dinero, la damita muy ingeniosa en lo que llegábamos nosotros, le pidió a su maestro del taller de electricidad un pedazo de cinta de aislar para pegarlos por dentro y así al calzarlos no se asomara su calceta blanca, esta fue la solución durante algún tiempo y tuvo que cambiar la cinta varias veces.
Ella cuenta, que estaba haciendo el último cambio de cinta al zapato, cuando desde trabajo social se escuchó el altavoz que decía: Niñas de primer año, salgan a formarse para recibir su Pree y sus uniformes. Fue cuando nos vimos por primera vez, talla 4 dijo tímidamente y al recibir su caja se fue corriendo con nosotros al dormitorio, allí nos sacó y mostró una enorme sonrisa de felicidad porque al fin tenía unos zapatos nuevos, ¡nosotros!
Se escuchaba un fuerte bullicio entre las niñas, a algunas les agradaron mucho, a otras les parecían indiferentes y a otras más no les gustaron ni un poquito, por eso empezaron a ponerles apodos como “los Monster” “las memelas” o los “tribilines”
A ella le gustó llamarnos tribilines, porque hasta la fecha cuando nos saca para limpiarnos nos dice así y agrega, “mis compañeros de batalla”, ni se imaginan cuantas tuvimos que librar con ella, los días de homenaje o de desfile, fuimos tan felices y relucientes, o aquéllos en que íbamos a barbechar los campos con el tractor y nos dábamos un buen baño de lodo. O aquéllos días en que nos caía encima el aserrín cuando cortábamos con la sierra enorme los troncos de madera en el taller de carpintería con el maestro Toto…híjole y aquella vez cuando el profesor René la regañó en industrias rurales porque no quería matar al cerdo ya sin movimiento por la carga eléctrica. Pero lo que más la hacía feliz, era el día que con nosotros puestos bajábamos corriendo las escaleras para salir a ver a su Papá que llegaba desde muy lejos a visitarla, suponemos que somos de un valor sentimental muy grande para ella, por eso nos conserva, nos aterra la idea de que algún día nos regale o nos saque a la basura pues hemos sido testigos de aquellos que salen en sus cajas y se desaparecen unos días, luego ella los trae de regreso más lindos que nunca. Lo que nos preocupa es que hemos visto también como a algunos desafortunados los meten en bolsas negras, los sacan de aquí y nunca han vuelto. ¿Ustedes se imaginan que pasa con ellos? ¿Por qué nunca los traen de regreso? Ella ya nunca nos usa, pero nos tiene aprecio y cuando ya nos ve polveados, también nos saca de paseo y nos deja en un lugar donde nos sacan brillo, allí conocimos a muchos amigos que nos contaron sus historias, ¿quieren que les contemos alguna?
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