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**~Novela Corta - Las 12 Espinas en el Corazón - Parte I~**

María Rosa se encuentra en la floristería comprando rosas rojas para entregar a su amor en la cafetería de la esquina. María Rosa cumple con lo establecido, con lo concordado por ése único amor que le dijo, -“espérame en la cafetería a las diez en punto”-, pero, de pronto, se vió fría e insípida, impasible e impaciente porque su amor no logró llegar a la hora establecida por ambos ni puntual ni tarde. Cuando en su desesperación se tornó intrínseca e ineficaz, como el tormento o como la tormenta que llega sin avisar. Si María Rosa se halla en la floristería, sí, comprando rosas rojas para su amor, se le avista de tal manera como la espera de un niño por su juguete nuevo. María Rosa, una mujer yá en su adolescencia adulta, se vé tan enamorada de ése chico, el cual, conoce en la misma cafetería de creer en el alma a ciegas a primera vista el amor y de la pureza innata de dar con el silencio cuando no, nunca llega su amor en la cafetería a recoger su regalo o mejor dicha a obtener el amor de María Rosa. Si ella vá decidida a confesar su amor y más que eso a decir que lo ama con todo el corazón. Y ella, María Rosa, en la floristería escogiendo las rosas más bellas y con ese aroma natural que enloquece a todos por igual. María Rosa escoge a la rosa roja, por su color, por su aroma, y por la calidad de la rosa. Escoge veinte y cuatro rosas, por las cuales, hace énfasis a las doce espinas de un año, por lo cual, espera a su amor en esa cafetería. Si en el amor y en la vida ella sólo quería amar a ése chico, el cual, a su corazón le pertenecía. Y María Rosa decidida vá con sus manos llenas de rosas rojas para su amor, en vez, de él regalar rosas rojas era ella quien imparte el regalo en esa relación que quería que se diera al fin y al cabo. Cuando la dueña de la floristería, le habla y conversan de todo, del amor y de las flores y de las cosas que suceden en el país. No quería más perder el ańimo de dar con el amor a consecuencias en perecer en el dolor del amor. Y sí, sus rosas poseen espinas, las cuales, practican y son sinónimo de dolor, de ira, de rencor y de odio en las relaciones cuando terminan. Si su amor queda en la órbita atrapando al amor y más que eso al imperio sosegado de una niña empedernida de dar con el amor en su propio corazón. Cuando irrumpe el deseo y más que eso el deseo de dar con la mirada una puesta del sol. Si supuestamente se intensificó la buena o mala suerte de dar con ése chico en la cafetería de la esquina. Cuando en su alma quedó como un principio dado en la espera de esperar por ese amor que ella ama con todo su corazón. La jovencita llamada Maria Rosa y como toda rosa en el jardín de esa floristería, se llenó de dulces sensaciones y de felicidad, cuando su mundo se vió feliz con la llegada de ella a esa floristería. Dejando saber que su mundo se convirtió en una debida razón autónoma de dar con el alma a ciegas impetuosamente y de creer en su alma llena de virtud exacta y de mujer frívola, pues, no sabe a dónde vá el amor. Cuando el alma y su corazón late como bate el chocolate en la brasa con el calor. Si cuando en la magia de un claro porvenir se enriqueció de amor y llena de pasión se vió en esa floristería, llena de olores fragantes, y de flores llenas de aromas clandestinos cuando en su alma se volvió más que eso fría y sosegada por un sólo tiempo en que el deseo se entregó tan vivo y tan inconsecuente. Por que en el alma de María Rosa, se vió y tan intransigente por un amor intrínseco y con un buen corazón, si así se lo hizo creer ése chico a María Rosa. Cuando en el pobre corazón se hacía más rico, que el alma con luz, y con demasiado porvenir en la mirada llena de amor. Si en esa floristería María Rosa se llenó de amor y de inconcluso temor, y de un amor clandestino y tan sosegado como el aire o como el viento rozar en su sola piel. Deseando amarrar el frío y el calor dentro de su propio cuerpo, porque cuando en su alma, sí, en el alma de María Rosa, se abrió de tempestad fría y de un temor por no ser correspondida, cuando en su mundo se volvió tan loco como ella tan desquiciada por el amor verdadero. Cuando su rumbo se dió como lo más efímero, pero, lo más perenne de un todo cuando en el alma se siente como el desafío inerte de esperar y se fue de allí de la floristería con rosas rojas entre sus manos más frías, pero, llenas de calor por dentro.

Compró rosas rojas en aquella floristería, cuando surcó en el umbral de aquel negocio y los bajó uno a uno, deseando reencontrarse con ése chico para enamorarse y querer ser feliz, cuando su mundo cayó en un altercado frío y por una cruel mentira, en saber que el mundo no era de ella ni de él, cuando en la cafetería espera por él, por el chico que ella espera y que ella ama. Cuando en su alma se electrizó de una espera y tan incongruente de esperar por un amor, por amar y tener amor, insolvente de dar sin el odio o sin el rencor de dar con el alma una seriedad en volver amar. Si su primer amor no fue todo sino una nada que salió y volvió a la nada. Si en el ocaso frío se volvió álgido como el frío en el viento que hoy le roza en el alma. Cuando en su camino entristeció de espera insolvente y de malas iras cuando el árbol seco e intrínseco de la vida quedó sin hojas en un otoño bonito cuando en el alma fue de pena y de triste convenio cuando el alma se vió mortífera y letal, seca y devastada en la espera y tan inesperada de cubrir el corazón lleno de amor. Y se sentó en una mesa buscando esperar a su amor clandestino y veraz como el tormento de dar con el alma en una sola luz. Y fue el relámpago o el mismo delirio frío o como la lluvia que cayó del cielo, cuando en su momento se intensificó la forma de dar con el calor, pero, no, no fue suficiente. Y con el ramo o bouquet de rosas rojas entre sus manos esperó a su amor en la cafetería, pues, su forma de amar y su manera de dar el amor no lo da nadie como ella misma lo sabía hacer. Cuando en su momento cae un fuerte aguacero como presagiando el instante en que no volverá a ver a su amor clandestino y tan verdadero y que se llenará de miedos y de fríos sin saber de la verdad de que no vendría ni volverá jamás a sus brazos y a su corazón. Si sintiendo el amor quedó ella por un débil jamás, cuando su alma dió un adverso o viceversa atracción de mirar por la puerta de la cafetería y esperando como siempre a su amor y a su único amor, destrozando el vaivén de su cintura en contra de aquella silla esperando por el amor de su vida. Cuando en su momento María Rosa se vió electrizando el instante de creer en el alma una sola luz cuando en su alma quedó como el mismo silencio en su voz clamando por el amor vivo y tenaz. Y su rumbo perdido y su mente esperando por el amor y su vida naufragando en el mar perdido, y su corazón latiendo fuertemente, pero, su piel sintiendo el frío de esa lluvia que cae en la cafetería. Y ella, María Rosa, sintiendo el frío por un amor que no llega. Cuando en su alma se petrificó con el dolor venidero y sintiendo el frío nefasto de un porqué desnudo. Cuando en su momento se vió aterrado por la espera y tan inesperada por ése amor en la cafetería y tan fría como el mismo hielo en el refresco. Y con esas rosas rojas, sí, las mira en el ramo o en el bouquet, ¿y qué siente María Rosa?, pues, decepción, espera y tan inesperada y desilusión yá, y después de pasar tres horas de espera, o sea, yá eran 1:00 de la tarde, esperando por ése amor que le había dicho con exactitud que lo espere a las 10:00 de la mañana y en la cafetería. Si cuando en el trance por el trayecto en la espera de esperar lo inesperado se desesperó María Rosa, y le pregunta a las 2:00 de la tarde por un joven llamado como tal a la dependienta de la cafetería y ésta le entrega la nota que ĺe le había dejado, en al cual dice así... 

                    -“María Rosa no quiero que te desesperes por esperarme aquí, no iré porque amo a otra mujer, yo te dije a las 10:00 de la mañana para dejar ésta carta y decirte que sí amo a una mujer y no precisamente no eres tú, en ésta misma tarde me iré de vacaciones al extranjero, adiós María Rosa no me esperes más…”-,

A María Rosa le cayó una gota fría en el alma, dejando amarrar el sol en sus propios ojos, para no desgarrar el corazón en pedazos, si se fue y con otra. El individuo no la quería sólo que teme en decir la verdad a María Rosa, cuando en su mundo cayó como lluvia en su propia mirada y en sus ojos de luz. Si dejando caer en sus celos de mujer se dijo -“nunca más me verás llorar”-, tomó el ramo o el bouquet de rosas rojas que tenía a su lado y los estrechó contra su pecho dejando caer las doce espinas en el corazón y llorando de penas y de iras sin poder resolver. Cuando su mundo se vió lleno de frío y de álgido porvenir y desnudó el alma y más a su corazón lleno de amor y con las doce espinas en el corazón que les dolía muy dentro, sólo quiso ser la niña o la mujer más amada del mundo. Cuando, de pronto, se vió atormentada de fríos, y de un álgido porvenir cuando en su mundo cayó como el imperio sosegado y como el mismo gélido viento tocando a su piel. Cuando se marchó para su hogar queriendo amar y enredar su piel en la pasión desnuda de un sólo tiempo, en que se persigue el rumbo de un sólo amor. Y ella, María Rosa, quedó como el tiempo y más que eso como el mismo ocaso de esa tarde en que toda la mañana esperó por el tiempo, por el amor y por el corazón en latidos fuertes dentro muy dentro de ella. Cuando en su alma sólo la siente como una luz sin luz, descendiendo desde el ocaso más inerte y más delicado en creer que una luz se siente como el suave desenlace que vió renacer cuando le entregó aquella carta de ése amor, el cual, la había dejado esperar sin saber de él a ciencia cierta. Ella, María Rosa, quedó como el momento más inocuo del día, pero, letal, si era como una daga mortal, la cual, le cruzó el corazón, y el combate de dar por el día una sola espera y por tanta calma que destrozó a su alma con el poder del amor y del desamor también. Cuando su alma se entristeció tanto que lloró desesperadamente, aunque había atado al sol en sus ojos de triste mujer. Cuando en su afán por llorar se enterneció de espantos y de inseguro cielo cuando cayó del cielo la terrible lluvia. Y se fue como el viento y como las hojas sueltas en el suelo por donde el otoño se siente como el final de un comienzo, cuando llega el invierno, otra vez, si son las doce espinas en el corazón. Cuando irrumpe lo impasible delicadamente de creer en el alma asustada de palabras hirientes y de un mal y de un mortal combate en que se entregó María Rosa, cuando se vió forzada en dar la milla extra de saber que su mundo cayó como sombras y penumbras de soledad en un mismo instante. Sintiendo el calor efímero y tan corto como el saber que su amor quedó allí varado en la sola espera. Y sin respetar el amor ni el momento en que se dió como el mejor amor del mundo, ella, María Rosa, esperó por su amor, pero, no quiso más que el tiempo ni el corto desenlace de creer en el alma a ciegas buscando un amor clandestino y tan sosegado de un sólo tiempo como el de él, pero, no nunca logró llegar a ella si se fue lejos de ella. Y se fue por la calle a vagar como una vagabunda como una méndiga del amor sin amor. Y halló lo que nunca a una amiga en la calle como una prostituta de la calle o de la avenida por donde su esencia perdió la razón y su cordura, dejándose llevar por el amor y por la espera, y se estrechó el ramo de flores o rosas rojas contra su pecho, sangrando su corazón como sangrando por las venas como un corazón desolado, inerte y tan solitario y en la calle un solo corazón, el cual, se intensificó la espera de esperar por un rumbo en que se dedicó en el alma en buscar una salida, pero, sintiendo el desafío frío en querer amar a un fuerte corazón. Cuando en el alma se sintió tan desolada y muerta de espantos inertes y tan fríos como el de creer en el alma cuando su mundo cayó de triste final de ver su cuerpo prostituyéndose en la calle o en la avenida y sin razón y sin más cordura que la de una tortura en locura. Cuando su momento se vió frío como el mismo frío final de sentir su cuerpo frío y adormecido de sentido y de caricias muertas por un hombre, el cual, sólo deseaba sexo con ella. Y las doce espinas en el corazón llegaron por donde se aferró el mal deseo y el mal desenfreno de frenar en el ocaso frío de esa cruel y tan vil noche, en la cual, se entregó en cuerpo y alma a cualquier hombre de ésos que compran el amor irreal y más el sexo por capricho exótico de su vanidad a cuestas del maldito dinero. Y, ella, María Rosa inconsciente y de una espera en que yá lleva más de un sólo tiempo perdido en que se ganó la esencia y la mala presencia, de esperar por un amor, el cual, se dedicó en dejar a su corazón y más que eso a su corazón amando como nunca. Y las doce espinas en el corazón se halló lo más incongruente de amar lo que quedó en el alma dejando una ira insolvente de creer en su alma devastada de mala esencia cuando cruzó la calle o la avenida. Sintiendo el frío de esa noche a cuestas de la mala razón cuando en su momento logró en ser como el mismo soslayo de sus propios ojos llorando por ese amor inerte y de una cruel y tan vil espera de esperar por él en una cafetería y con rosas rojas estrechadas en contra de su pecho amando lo que nunca con doce espinas en su corazón de todo un año, en el cual, vagó por las calles mendigando el amor y más en ser esclava y cobarde del maldito sexo prostituido. Cuando en el delirio inerte y tan frío dentro de la cobarde atracción de creer en el sexo se convidó la espera y tan inesperada de dar con el mal deseo de dar con la cruel pesadilla en su camino. Y se sintió mal, delicada, llorosa y de creer en el combate de dar con el suburbio y por una sola razón. Y queriendo amar quedó ella, María Rosa, si se vió inalterada de fondo y se vió por un mal desastre de una lluvia inalterada, pero, tan fría como la misma piel que ella siente como un triste palpitar. Que el alma de María Rosa se encerró por dentro y de tener en el ocaso frío una tarde de espera y tan inesperada y llena de miedo se entregó a ése hombre y sin importar nada a cambio se prostituyó la jovencita, sólo pensando en el amor de ése chico que se fue y la dejó sola y tan abandonada en el amor. Si esas rosas rojas y se las apretó en contra del pecho desangrando de dolor y mientras que siente caricias subrepticias de ése hombre que se llenó de caricias llenas de un sólo estupor por donde se pasea el mal delirio y en la calle por donde se evidencia el sexo vendido y comprado por hombres con el dolor de la espera de ése hombre, el cual, ella esperaba con ansias en la cafetería. Cuando el dolor de María Rosa se tornó inesperada la espera como el dolor de sentir las doce espinas en el corazón. Cuando en el trance de la verdad se entregó en cuerpo y alma como lo hace su amiga. Figurando en que el dolor de María Rosa se entregó el alma fría y dentro del cuerpo un alma devastada de álgido porvenir, cuando en su demencia y en su vesania locura quiso a ése chico, el cual, ella esperó en la mañana en la cafetería y sin saber de él, sólo con una carta devastada de ensueños imperfectos se murió de deseos con las doce espinas en el corazón. Y pasó la noche María Rosa con ése hombre inconsciente, frívola, devastada por el temor a ser abandonada y dejada por consiguiente. Cuando en el tiempo y en el frío invernal pasó el tiempo y con ella el frío en su propia piel, cuando, de repente, se vió en esa cama y con ése hombre, si despertó del trance y de su demencia en la tortura de la espera. Y se enfermó de amor y de una tortura en el alma fría, y devastada cuando su vida se dedicó en forma abrupta de conseguir amor y sexo a la misma vez. Y se dedicó en fuerte atracción a la prostitución marcando un delirio frío y por demás un desafío inerte y trascendental como la forma de ver el instante frío, pero, tan inocuo como poder sentir el alma en trizas. 

 

Continuará……………………………………………………………………………………..