Cuando el terco recuerdo de mi nombre
retumbe en tu memoria,
en el sueño que aflora cada noche
turbando tu descanso con voz ronca.
Cuando acaso un atisbo de nostalgia
pronuncie por tu boca
el gélido fonema que nomina
la histórica presencia de mi sombra.
Cuando errante divague en tu cabeza
mi imagen o mi forma,
y sientas que se instala la añoranza
solemne y melancólica.
Cuando evoques, quizás, algún instante
del pasado feliz en que, si a solas,
nuestros labios sellaron para siempre
el quid de nuestra historia.
Cuando al fin, del amor te entren las dudas,
o sientas con el paso de las horas
que es afecto y cariño lo que sientes
y fuego lo que añoras.
Si por suerte sucede algo de aquello
y vuelves a anhelar de mis lisonjas,
¡por Dios, ya no me llames!
No quiero más limosnas.