Sobre la alfombra
descansan los gatitos
muy perezosos.
¡Cuánta ternura
desprenden con su imagen
tan indolente!
Me gustaría
ser gato, como ellos
y dormitar.
Buscar un sitio,
tenderme en otra alfombra
y no pensar.
Pasar el tiempo
cortando musarañas
de mi cerebro.
Ir apilándolas,
quitando las malignas,
dejar las buenas.
Ronronear,
igual que los mininos
y estar contento.
Buscar al cielo,
los ojos temblorosos,
y ver la luz.
Porque al final
los niños de los cuentos
siempre suspiran.
Rafael Sánchez Ortega ©
08/08/21