Fue al comienzo del frío penúltimo mes
concurrido barrio medicato de la Española,
protocolos de rutina de los viejos otra vez
gastar en terapeúticos remedios de última ola.
Uno más soy de esos pedestres ancianos
declinante bajada desde Bulevar y Rivera,
los bálsamos ya vademecum en las manos,
lento mi caminar, bien por la umbría vereda.
Paisaje a la altura del Liceo de los Domínicos
-“Cánidos que aman al Señor”-
vino traidor el golpe, empellón de borricos,
rodando yo por el suelo con sumo y agudo dolor.
El solitario joven “beach come” se llevó
documentos, mi dinero y los ungüentos;
y en acto sorpresivo el desdentado ladrón
devolvió a mi piedad los caros medicamentos.
Luego solidaridad inmediata de un atento vecino
recuperándome veloz con ayuda la verticalidad,
traumatizado el tan sensible hipocondrio costal,
y otros sanguíneos magullones en esta pre Navidad.
No oraré mañana al fácil favor de amar al prójimo
siendo primera precedencia, que ese mandato sea por mi ,
si, como presumo, viene próxima rapiña, baleo en racimo…
sin considerar ya de antemano... si el pichi ¡es adulto o gurí!