Alberto Escobar

Es verdad que...

 

La novela de hoy está plagada 
de sencillismo, y eso no me
interesa

 —dice Caballero Bonald.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comparto esta afirmación.
Es verdad que la literatura hay que ponerla al alcance, 
hay que encajarla en la difícil horma de un público
cada vez más distraído en lo audiovisual, cada vez
más zángano en lo que respecta a fijar los ojos en un
suceder de letras, y de estas a palabras, separadas de
signos de puntuación no siempre adecuados y de 
pensamientos las más veces vestidos de una emocionalidad
que no siempre traspasa el blanco lechoso del papel 
impreso. Creo que es verdad, pero solo creo...
Es verdad que una población instruida es una población
más apta para vivir en sociedad, menos bárbara
y más consciente de su humanidad, más conocedora de sí
y por tanto del otro, más sabedora de la prontitud de la vida
y de la precisión que exige su vivencia más absoluta.
—hay más verdades en esta línea que podría enumerar 
pero no me apetece porque creo que sería redundante.
Dicho todo esto, es verdad que huyo como Bonald
del sencillismo literario, salvo que sea mera apariencia
de un interno edén de conocimiento y belleza, salvo que 
al través de sus palabras pueda vislumbrarse una magia,
un talento que me apeteciera vivir y disfrutar en su esencia.
—quizás en esta última afirmación aflora el deseo 
de escribir así, pero creo que no acabo de lograrlo...
Es verdad, y aquí mismo en esta casa lo aprecio, pero 
también es verdad que escribir está al alcance de cualquiera,
solo necesita un pc, un poco de voluntad y alguien que lo lea,
pero también es verdad que el talento es un bien escaso
y poco repartido, y que el talento sin siembra ni barbecho
no tiene trecho.