Intento ver el visaje oscuro de tu esquiva y lejana mirada.
Busco en la penumbra del amanecer lo que me pertenece.
Me invade la densa niebla que hiela y oscurece mi visión.
El entorno que recorro conspira en contra de mis deseos.
Quiero hallarte entre los árboles y sus invasivas hojas.
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Me sigue el compungido bramido del solitario toro negro,
que suele pastar en esa inmensa y fría soledad que lo guía.
Él me mira como si viera lo grande de mi tristeza y dolor.
Quizás, no quiere sentirse tan abandonado en mi desdicha.
Lo miro y solamente, veo mi destierro; no noto su hambre.
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Todo este sórdido paisaje me compunge y me da miedo.
Esto es inhumano, tan implacable, como vivir tu lejanía.
Me siento presa en destierro, en el silencio y la soledad.
Estoy herida, como el cóndor al que le cortan las alas.
No lo logro simular que vivo y me aíslo en las oraciones.
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Todos notan mis vívidas ausencias, por el eco de mis rezos.
No se atreven a pronunciar palabra o a criticar mi clausura.
Siempre, se me ha visto meditando, en medio del silencio.
Mis amados me conocen y nadie se atreve interrumpirme.
No hay sonrisas, palabras o supuestos y el silencio es mío.
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Estoy lejos del tiempo y de los espacios que nos separan.
Sé que nunca estuve más cerca de nadie que no estuviera…
Mi mente se pasea por tu cuerpo, y va leyendo a tu alma.
Estamos lejos el uno del otro, pero tan cerca, que te toco.
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Siempre, te veo, allí estás, eres el mismo que me dibujó.
Él que bosquejó con sus versos y sus pinceles, mi imagen.
Eres el más bello paisaje, donde coloqué mi amor sagrado.
Mi evocación es más fuerte que tu real ausencia y, no te vas.
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No te has ido, ni lo harás, porque matarías mi bella ilusión.
Tú no te perteneces, tampoco a mí, eres como una pluma
que vuela libre, elevado en los aires para avivarse el corazón.
Has rozado la libertad, desde la sacrílega magia de tu cárcel.
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¡Hoy, vuelas \"libre\", surcando los aires, buscando tu libertad
y llevas en el alma, un ideal de amor alejado de la realidad!