Cuándo vas a oírme
como te lloro,
cuándo ya es el fin
que me desespero,
cuándo no es sufrir
tanto este agobio.
Hoy va a ser el día
más triste y terrible,
como lo son todos,
todos para mí...
En mi adentro está oscuro
y no veo a través
ninguna luz
si no eres tú
que me ayudas
casi nunca.
Búscame entonces por allí
del laberinto: la vida
ansiosa de sí misma solo;
no hay salida
que revista otro episodio
y es mi insomnio crónico
pero duermo si quiero
más que un poco
todo el siglo
yo que deseo la muerte.
El cuchillo negro
como mi lamento,
como aquellas nubes
que dicen que vienen;
el cuchillo
como aislamiento
para heridas contagiosas
que me sangran a mí solo
para siempre...
Y aquí paro y me detengo
porque no sé como sigue
el poema improvisado
(de mi cráneo haz sopas,
hasta los lagartos por mí anden,
por mi andén
que ahora estoy sobrio
del todo aparte,
y para ya fantasma
que no me conozco
ni un poco además
el hilo lógico
de las cosas que es que digo
en un calambre de mi alma
complicándose...),
tira de mí
hasta los charcos
se vuelvan azules
ya otra vez
al mi pluma horadarlos
como yo ahora sé
que no me es apto
para sentirme bien.
Es amar cada momento
elemental que se nos va
para ya nunca
verlo delante más...
Se nos va diluyendo
en la inmensidad
de otros todos
que antes pasaron
de paisano como si nada.