Patria,
palabra triste como teléfono
o ascensor.
Pablo Neruda.
La palabra Patria llama a padre,
llama a referente, creador, engendrador
de ilusiones, hacedor de quimeras,
vendedor de humos que fumean
de cigarros ajenos, cigarros que eluden
la guillotina que prepara para otros,
para los engañados, los ingenuos de leche,
los errantes maternos, los echadores de menos
de unas madres ausentes, de pechos marchitos,
que portan banderas de colores desvaídos,
insignificantes —¿Qué sentido semasiológico
puede tener un surtido de franjas horizontales
o verticales de vario colorido?
La palabra Patria no llama a cultura sino a Política,
esa palabra que Aristóteles ya llevara a los altares,
esa palabra que anda de esquina en esquina
buscando almas vagantes que le tiren un ochavo,
esa palabra que si hace falta se prostituye
con el afán de poder, de un poder que solo sirve
para perpetuar en la poltrona a aquellos
que no quieren desasirse de ella por inercia,
la fuerza de la costumbre que hace vida,
transcurso, horarios diarios, rutina y tabla
de salvación para el que busca paz eterna.
La palabra Patria llama y sigue llamando a Guerra,
pero no esa guerra diaria —por eso las minúsculas—
que justifica el pan y la cama sino aquella que...
Ya lo dice arriba el premio Nóbel de todos conocido.
Es una palabra triste sí, si se malbarata, si se pretende
como acicate para que la mayoría haga lo que el patrón
desea para bien propio, para orgullo propio, para...