Hay tantos como yo que han muerto, sin desearlo, en un atardecer lejano que se fugó con los rumores de la noche y siguen creyéndose vivos, porque el eco de sus pasos, retumban en las baldosas pulidas y sus ojos vislumbran las sombras de los cuerpos fríos, que giran desdibujándose por las paredes, musgosas. Hay tantos como yo que han muerto sin recordar siquiera, que alguna vez sus labios... han sonreído.