Qué hay de aquella delicia
que era encontrarte,
entre aquellas caricias;
entre tu arte.
Pues se volvió injusticia,
amarte.
Y se volvió noticia
encontrarte.
Me vuelvo sombra para cuidarte.
Me vuelvo mar para mojarte.
Me vuelvo pasado para dejarte.
Me vuelvo futuro para ilusionarte.
Soy todas esas cosas,
y a la vez nada.
Tengo un jardín de rosas,
que están dobladas;
escondidas y temerosas
de tu fría mirada.
Desde tu enorme rosal
brotas una indiferencia,
con la que intentas disfrazar
aquella, tu esencia.
Confieso que anhelo el día
en que me encuentre tu mirada.
Y se acabe toda esa apatía,
que me trae desconcertada.
Importa poco, amor, si aún me amaras.
Porque con aquella sonrisa,
yo soñaba.
Y por aquella sonrisa,
yo esperaba.