No sé dónde poner los huesos
tan fríos tan húmedos
como corresponde a un triste solitario
irónico secretario de la herrumbre,
fastidioso cínico vestido de fatalista.
Estos huesos cilíndricos que se ausentan
y protestan e ingieren y lamentan
en tristes epitafios su insigne deterioro.
Oh huesos, epifanía distinguida
de lo puro y de lo blanco, de esos mármoles
inquietos, donde el óxido habitúa a asentarse.
Oh poltronas insolentes donde el ruido apaga
sus pobres y harapientas serpientes solazadas!-.
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