Es el mar un gigante fascinado
por la pálida cara de la luna
y por eso, del fondo de su cuna,
se levanta de noche desbocado
intentando besar, enamorado,
sus risueños ojitos de fortuna.
Pero sólo la cresta de la duna
logrará conquistar, decepcionado.
En las cálidas noches del verano,
cuando llega tan tímida, tan sola,
asomada detrás del altozano.
La seduce con voz de caracola,
ella siente su canto tan cercano
que se vuelve carmín, cual amapola.
Claudio Batisti