Perdido en el horizonte sobre esta tierra baldía,
tras el espeso monte, al son de las viejas normas,
intento comprar un sueño con sabor a quimera,
para así derrotar las tristezas en su esquivo sollozar.
Observo centinelas en los tejados,
golondrinas envueltas en tules,
tesoros enterrados bajo el vergel de venus,
ahí donde a veces el cielo es el suelo.
En las entrañas del escote del silencio,
escribo versos truncados como vendaval en el desierto,
más apenas puedo escribir nada, me atormenta el ocaso.
Por las esquinas del sendero viene un sonido etéreo,
un tacto de terciopelo me golpea las mejillas,
me detengo a reflexionar sobre las apariencias que ahogan la vida.