Explayo la mirada de la tarde
sobre el retrato de mi niñez,
sobre los ríos conjugados de fe
que fluyen claros en mi cabeza.
Agradezco la luz que me abraza
y transcurre frente a mis ojos
al cortar pétalos del crepúsculo
que se vierten sobre mis días.
Bendigo mi luz primera, la inesperada,
el descubrirme de humedad y sangre,
de pasión artesana y remansos de paz
para articular mi constante travesía.
Agradezco el recinto sapiente,
las letras como islas del universo
tentadoras delicias que me sumergen
en eslabones de imaginación y tinta.
Bendigo las manos abiertas
como caminos de agua, de vientos,
del cielo tangible y tierra etérea
donde abren brechas las emociones.
Bendigo el hogar forjado,
el capullo que fue mi vientre,
la luna confidente de mis desvelos
con alas grávidas de esperanza.
Agradezco la palabra sagrada,
la plegaria donde concordamos,
la noche desgarrada y la serena
que hacen la mesura del ser.
Afino mi voz volcada en gratitud
vivo sin confusos secretos
y soy mujer artífice de mi historia
templada, afanosa y bendecida.
Martha Esquinca