Un suave olor a tierra tiene el poema,
un viejo lugar de encuentro,
húmedo , grande, muerto.
Entre esta sinfonía de olores y palabras.
Adquieren cuerpo poco a poco los versos,
gracias a detalles pequeños,
a jirones de letras ordenadas.
Pero lo que importa son los detalles físicos que el poema dibuja,
el bolígrafo mordisqueado,
las teclas duras del teclado.
Las palabras desafían la vida que acecha en lo oscuro.
Caen los pétalos sobre el verso,
Por qué escribir frente a la nada.
El lector absorto, asombrado,
oliendo la página,
escupiendo lágrimas.
Y el tiempo golpeando nuestros rostros con mano segura,
una despedida, un abandono.
En plena penumbra cierra los ojos
y di hasta mañana.
Declaro que el poema nació de los rayos azules del cielo,
de las lágrimas frías del universo,
de la esperanza del enfermo,
de la mano de ese señor eterno.